El experimento.
—¡Carla,
tráeme el clorhidrato y los sulfuros de polonio! —exigió a gritos la científica
a su impoluta y arreglada ayudante.
—Sí, jefa —replicó
ésta yendo de puntillas, había perdido en el abismo sus zapatitos de tacón rosa.
—¡No te
olvides de los benzoatos amónicos!
—¿Los
amarillos?
—No, los
azules. Huelen mejor.
La mujer en
bata acabó de mezclar en las cubetas los diferentes componentes y con la
electricidad de su contenedor, pronto daría vida a las criaturas que reposaban
dentro de sus envolturas de cristal.
—¡Entonces
esa maldita Jenny se arrepentirá del día en que…!
—Sofía, cariño
—dijo la madre de la niña.
La pequeña
salió de su ensoñación y miró las hueveras, donde mezclaba los potingues y
flotaban los pinsypons… En su cabeza
todo se veía mejor, era como más científico que en el baño con sus patitos de
goma.
—¿Has acabado
ya de bañarte?
—¡No, aún no
he acabado de darle la vida a mis muñecas!
La mujer
respiró intentando reunir más paciencia y sonrió.
—De acuerdo,
date prisa. ¿Qué te queda?
—Necesito que
Carla me pase los conectores de energía y la fosfatina. Entonces…
—Por favor….
—Que me pase
todo eso, por favor. Y podré darle
vida a mis criaturas.
—Venga acaba,
que ya estás arrugada.
La pequeña
conectó los cables a la pila y tras conseguir que un chispazo recorriera los
muñecos y estos se movieran, gritó feliz.
—¡Viven,
tienen vida!
—Vale, ahora
dáselos a tu hermano, que tiene que entregar su trabajo mañana —pidió su madre
mientras le secaba la cabeza.
La pequeña
rumió una maldición y le dio las criaturas a su hermano mayor, que suspiró
aliviado al ver que volvería a aprobar ciencias.
Un texto curioso. Me recuerda algo...
ResponderEliminarPues así, sin pistas... no voy a poder adivinar mucho :P
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