jueves, 18 de febrero de 2010

el cementerio de los sueños rotos

Bueno, este relato fue publicado en el e-zine club bizarro (que actualmente dejó de producirse). Uno de los de aquí pude reutilizarlo (a ver si con suerte son dos o tres o cuatro :P), pero este en concreto, creo que no habrá forma de moverlo, así que os lo subo aquí ^_^. Lo curioso es que la historia que cuento, el lugar, lo voy a usar para la saga de los sueños y el libro infantil de Cludy.

Abrió los ojos. No recordaba haberlo hecho antes… y no pensaba que aquel fuera el mejor lugar para hacerlo. La caja de cartón se agitaba, haciéndole chocar contra las paredes, que estaban humedecidas y pastosas.

Se levantó inseguro e intentó abrir su prisión. Era impensable, apenas era capaz de llegar a rozar la parte más seca de su precario refugio.

Se sentó en el suelo mojado y sin saber muy bien porqué, pegó la oreja al suelo, oyendo así el rumor del agua que corría libremente a diferencia de él.

Se sentó asustado, ¿al final acabaría ahogado? ¿Ese era su final? ¿Tal vez el principio? No estaba muy seguro de que hubiera estado siempre en un lugar como aquel… sí, recordaba un cálido hogar, alguien que le quería, que había puesto en él todas sus ilusiones. Empezó a alzar la voz, cantando para sí, intentando así alejar el miedo que inundaba cada fibra de su ser. Su melodía inundó el lugar y casi pareció iluminarlo, como si de pronto tuviera tanto poder como para detener su destino. Continuó feliz, sintiéndose de pronto a salvo, cómo si todo aquello que le rodeaba tan sólo fuera parte de una terrible pesadilla de la que despertaría y se volvería encontrar en su hogar. Se levantó y siguió cantando feliz, bailó alrededor de la caja, embriagado por aquella sensación de triunfo.

De pronto la caja se rompió y él cayó al agua… intentó nadar, pero no sabía cómo hacerlo. Sintió los pulmones ardiéndole, su cabeza dolorida ante la falta de aire… y al final, volvió a cerrar los ojos, pensando que nunca podría volver a abrirlos.

-Parece que ya se despierta -dijo una mujer de voz hermosa y abrió los ojos para encontrarse con una cara horrenda, que antaño debía haber sido hermosa y en aquel instante, parecía una muñeca a la que habían quemado la cara. Llevaba una máscara preciosa atada a un palo verde lleno de espinos que se clavaban en sus manos ajadas; a veces ponía aquel objeto delante de su rostro y otras lo movía como sí no importase quien miraba. Sus ropas debían haber sido un vestido de fiesta hermoso y lleno de color y ahora, eran harapos putrefactos-. Bienvenido -intentó decirle algo, pero de su boca no emergió sonido alguno. Se llevó las manos a la garganta y allí notó una herida horizontal que cruzaba todo su cuello-. No lo intentes, la has perdido.

-A veces pasa -afirmó un hombre con voz dolorosa a los oídos. Llevaba entre sus manos una trompeta abollada y gris. A juego con su persona, que llevaba un chaqué gris y sucio-. Intentas recuperar algo que ya no es tuyo.

Se levantó asustado y miró a su alrededor horrorizado. El mundo era un lugar sin color, dónde cientos de seres grotescos estaban anclados a su tierra por grandes cadenas negras. Había árboles muertos y pútridos dónde se veía a varias personas regar las raíces viejas sin agua. A un lado vio una orquesta silenciosa, llena de violines, violonchelos, violas y otros tantos instrumentos de cuerda, que eran tocados aunque no poseyeran cuerdas ni sonido que les diferenciara; los de viento parecían abollados y por algunos huecos se veía que se escapaba el aire y unas pizquitas de rojos que morían en un parpadeo; la percusión tampoco se salvaba, ya que los prisioneros golpeaban con sus baquetas el aire.

Por entre la multitud decadente había mujeres con coronas rotas y dobladas, cuyos vestidos vaporosos estaban destrozados y en sus rostros, el maquillaje había dejado su marca negra permanente; las había que a sus espaldas tenían alas de papel medio quemadas y palos con una gran estrella en la punta que parecía una flor mustia; personas que iban vestidas de esmoquin cuyas chisteras estaban rotas; gente que movía palos murmurando palabras sin sentido; los había vestidos de astronauta, agarrando estrellas de galletas podridas y que se deshacían. Los había que intentaban pintar en lienzos negros; los que golpeaban las teclas de infinitas máquinas de escribir sin que estas se movieran; aquellos que llevaban pistolas derretidas con trajes de vaqueros y trajes de super-héroes que habían tenido días mejores. Había tantos y eran tan dispares… lo único que tenían en común, se que estaban destrozados y olían a tristeza, mentiras, negación y polvo. Nadie se salvaba de aquel horrible destino… ni siquiera él mismo. Eran los juguetes rotos que ya nadie quería… cuando pensó en aquello, se dio cuenta de que en verdad, no eran juguetes, sino sueños abandonados.

Fue entonces cuando recordó todo, desde que deseaba ser un gran cantante, más que nada en el mundo hasta cuantas veces lo había deseado en cada una de sus vidas… pero su compañero decidió que prefería escoger un camino más fácil, lo sacó de su cabeza, lo encerró en aquella caja y lo lanzó al río para que muriera. ¿Por qué? Tal vez aún no se había hecho realidad, pero juntos habían pasado grandes momentos… habían sido más felices que nunca.

Se sentó en el suelo y lloró triste, esperando al menos poder emitir algún sonido.

-Ya, ya -dijo la mujer haciendo que sus cadenas tintinearan. Bajó la vista y cubriendo todo su cuerpo se encontraban los mismos hierros-, no te preocupes, todos pasamos por lo mismo alguna vez. No tienes que asustarte, puede que pronto salgas de aquí… muchos desean ser cantantes, alguien soñará contigo y entonces volverás.

-Triste el día en que nos rompen y nos matan -comenzó a decir el hombre de la trompeta-. Algunos sois más afortunados, siempre habrá alguien que os rescate y os conceda la inmortalidad por haber sido cumplidos.

Él no habló, no podía decirles que todo eso ya lo sabía, que no era la primera vez que sufría con aquel destino. Siempre ocurría lo mismo, aquel qué le escogía acababa cansándose, lo apartaba de él. Odiaba el cementerio con toda su alma, pero era su único destino cuando le mataban.

Se secó las lágrimas y observó el cielo. No apartó la mirada durante tanto tiempo, que creyó que le iba a dar dolor de cabeza… hasta que de pronto, este se iluminó con una hermosa luz, llenando todo de colores, belleza, de cientos de sonidos esperanzados y expectantes… en definitiva, estaba rebosante de vida. Era como si de pronto el cementerio se cubriera con una máscara de belleza eterna, dispuesto a engañar a cualquier persona que decidiera arriesgarse a tener un sueño, que bajaba su mano a través de aquel firmamento tentando al destino, estudiando sus posibilidades. Sonrió alegre y volvió a cantar como si le fuera su vida en ello… y en verdad así era. Todos los habitantes de aquel lugar intentaron a llamar la atención de aquella mano que descendía a ellos. Tomó a la mujer que le había recibido y esta gritó feliz mientras ascendía con su nuevo dueño. Se volvió hermosa, repartió besos a diestro y siniestro como despedida; todos la miraban envidiosos, deseando compartir su suerte.

El mundo volvió a oscurecerse, a morir bajo la mirada.

El cantante suspiró y siguió mirando al cielo. Pronto volverían a buscarle, siempre había alguien deseando alegrar al mundo con una buena canción… y para ese entonces, estaría completamente preparado para deslumbrar a su nuevo soñador con sus artes.

Para ese entonces, se cumpliría y sería feliz para siempre.

3 comentarios:

  1. es genial
    es algo realmente muy hermoso
    me hizo viajar a otro mundo y recordar tantas cosas

    noelia

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  2. Hola noelia, muchas gracias por tus palabras ^_^, espero que poco a poco te quieras hacer un huequecito por estas estanterias ^_^. Xa-LFDM

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  3. Una cosa se puede decir a estas alturas, anda que no me reiré cuando seas famosa y vea el nombre de Club Bizarro en tu curriculo, porque tiene que aparecer, la Laura Underground :p

    Si es que de lo que sacó ese fanzine, tu nombre fue lo más relevante.

    Una pedorreta,
    Héctor

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