jueves, 24 de mayo de 2012

Chuss, Hamburgo!


Hoy ha sido mi despedida oficial de Hamburgo. Para los que se pregunten por qué tan rápido, es más porque necesitaba ir a un par de sitios obligados (partes que me faltaban por ver de St. Nikolai  y St. Michaeli), preferí aprovechar hoy e ir con calma, porque sabía que no me podía ir sin hacer esas visitas. Ha sido maravilloso, era como sentir que la ciudad entera se había confabulado para despedirnos a lo grande, como dos tontos enamorados o dos grandes amigos que se dicen hasta pronto.

St. Michaeli me faltaban las catacumbas, pero me fijé en el combi. No entendí ni en inglés la otra palabra, hasta que le pregunté a la taquillera: elevator, ascensor. ¡La madre, que era para subir a la torre! La torre de St. Michaeli son unos 106 metros de altura, es el edificio más alto de Hamburgo y da vértigo (algún día tendré que narrar aquí esa terrible lucha que tuve contra la lanzadera, una atracción del parque de atracciones de Madrid), pero fue precioso, como ver algunos restos de la antigua catedral en las catacumbas (que, al loro, ¡se quemó a causa de un rayo! Sobrevivió al incendio de Hamburgo y le cae un rayo…). Me encantó el lugar, es perfecto para un relato, aunque no sé si de terror.

Pero lo primero fue St. Nikolai, un lugar que me robó el corazón. Me acerqué porque creí que estaba las catacumbas, pero no, era un museo con restos de la catedral, incluyendo las vidrieras (una preciosidad). Aquí he vivido uno de los momentos más mágicos de mi vida, pero antes de explicarlo, voy a contar un poquito de historia.

St. Nikolai fue construida en el s. XVIII, fue durante unos años el edificio más alto de Europa, pero en el  s. XIX quedó muy dañada por el incendio de Hamburgo. La reconstruyeron, vaya si lo hicieron (la torre no sufrió tantos daños), pero después, en el 1943, con la operación Gomorra de los aliados, Hamburgo volvió a ser destruida. St. Nikolai prácticamente arrasada salvo la torre (porque los aliados usaban la torre para orientarse en sus bombardeos). Si os acercáis a verla, hay paredes en pie, pero lo que impresiona es ver toda la torre negra a causa de lo vivido, aguantando estoica.

Pues bien, no sabía que con la entrada al museo, había posibilidad de subir a la torre de nuevo. ¡Dios, vertigazo enorme! Ya subí cuando vino mi familia y lo pasé mal, precioso, pero mal. Ahora bien, me negué a perder esa oportunidad, es más, agradecía poder volver a subir (masoca que es una).
Y allí estaba, en ese coloso negro, mirando una ciudad que me había enamorado por sus rincones maravillosos (esos que no salen en guías), el río, las iglesias, todo… en soledad, como era la hora de comer, no había nadie arriba, a casi 80 metros de altura. No pude evitarlo, cogí el mp3 y puse “Bohemian Rhapsody” de Queen. Me pareció que esa torre y la historia narrada en la canción eran, a un modo peculiar, la misma historia. A pesar del vértigo, me puse a cantar la canción entera, moviéndome por el espacio estrecho que hay allí arriba, con el viento queriendo bailar conmigo.

Echaré de menos esta ciudad, que es tan mágica, pero sé que solo nos decimos hasta luego, que volveré algún día para reencontrarnos como dos viejos amigos.

2 comentarios:

  1. Hala, tiene que haber sido super bonito :) ¡Seguro que vuelves!

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  2. menso mal que ya te enteraste, que tuiti no ayuda XD. Besotones. Xa-LFDM

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